La semana pasada invitaron a mi equipo de producción de Free Ride y a mí al nuevo Chicama Surf Resort en Puerto Malabrigo, un hotel fuera de serie en todo sentido de la palabra, hecho especialmente pensado en los surfistas más exigentes y en los viajeros amantes de los deportes extremos (peruanos y extranjeros) que gozan con la aventura y la comida sana.
Gracias a dos de sus socios principales, Marino y Alfredo Costa, pudimos disfrutar hace unos días de las olas de Chicama en todo su esplendor, con una forma consistente y con un agua caliente que antes no hubiéramos imaginado. La ola sigue siendo realmente una de las más grandes maravillas que nos ha dado la naturaleza gracias a su perfección y a su largo recorrido.
Después de disfrutar esos cinco días que pasamos descansando en el alucinante Resort y corriendo izquierdas tubulares interminables, sentí que somos muy afortunados por tener en Chicama un hotel de esta categoría. Lo que vivimos este fin de semana parecía un sueño en comparación con visitas anteriores, porque la logística del lugar hizo que nuestra estadía fuera muy cómoda y amigable. Y es que si te hospedas en cualquier posada y corres un swell con buenas olas por más de tres días puedes terminar acabado físicamente.
Esto no lo digo porque no haya otros hoteles que te puedan brindar un buen servicio, sino que el Chicama Surf Resort fue creado con la finalidad de darle a sus huéspedes una estadía fuera de lo común, con las bondades de un verdadero spa que ofrece un servicio que incluye jacuzzi, sauna de vapor, sauna seca, masajes, ducha española, piscina, gimnasio, bar, restaurante, sala de juegos, sala de video, Internet, cuarto de tablas, zodiac para llevarte al point, entre otras cosas, y por si fuera poco, las habitaciones con techos altos son bien amplias y con camas muy cómodas. Es por eso que los que han corrido olas durante todo el día tienen la posibilidad de recuperarse prácticamente de un día para otro con el simple hecho de hacer uso de las instalaciones y los servicios que este bravazo resort nos ofrece después.
Esta nueva experiencia me ha hecho valorar mucho más el potencial de la ola de Chicama y de la zona en general, que ofrece un circuito arqueológico único en el mundo, el mismo que pude visitar para conocer el complejo arqueológico El Brujo y la enigmática tumba de la Señora de Cao. Al margen de haber corrido olas increíbles y de haber disfrutado a full del resort, la visita al complejo El Brujo fue mágica ya que hizo que comience a darme cuenta de lo maravilloso de nuestro pasado y todo lo que tenemos aún por descubrir, Y es que hay muchos lugares que son parte de nuestro patrimonio cultural pero que sin embargo están olvidados a su suerte por un gobierno que no apuesta por lo suyo hasta que algún extranjero se interesa por el tema.
Pensando un poco en todo esto es que recordé la época en la que me paseaba con Sofía Mulanovich por todos lados buscando auspiciadores para que ella pudiera competir. Fueron casi cinco años en los que nos pasamos tocando puertas y pese a que yo les contaba de todo el potencial que ella tenía, nadie tuvo la visión hasta que la vieron en el extranjero. ¡Clásico de nuestro país!
En este último viaje me he dado cuenta que los peruanos –en cierta forma- tenemos un fuerte grado de inseguridad e ignorancia y no sabemos valorar lo nuestro. Muchos pueden decir ¡qué chévere y qué bueno está este hotel! o ¡qué bacán que hagan un resort con las comodidades necesarias para los tablistas!, pero nadie tiene la autoridad ni los huevos para decir que en el Perú está el mejor hotel para surfistas del mundo.
Yo que me he paseado por muchos países del mundo y he estado en varios surfcamps corriendo olas, no conozco un resort con el concepto y los servicios que ofrece este, además de las increíbles olas que revientan frente al resort como las tiene el Chicama. Realmente es un orgullo para el Perú y Sudamérica tener a nuestra disposición un hotel netamente para surfistas. Por si no lo saben, Chicama es la ola de izquierda más larga del mundo y es uno de los patrimonios más grandes que posee la tabla en el Perú. ¡Viva Chicama!